jueves, 10 de diciembre de 2009

La Villa Ilusa. Capítulo 9.

Resumen del capítulo anterior: Después de la cena, en la vieja casona de San Isidro, Merlina se va a su cuarto a dormir y Jacinto se dispone a escuchar a la abuela María sobre la Villa Ilusa. María comienza a contarle que ese lugar en realidad no existe como tal y que nada es lo que parece, lo que llena de incertidumbre a Jacinto. En eso llegan a la casa un hombre y una mujer con la intención de raptar a Merlina y, Jacinto y el mucamo, utilizando como arma dos jarrones, lo evitan. Cuando todo se calma y los dos secuestradores terminan convertidos en sapitos por la abuela María, la anciana le sigue contando a Jacinto una historia sobre el bien y el mal y que todos necesitamos un ángel de la guarda que nos proteja. De repente, escuchan gritar a Merlina y descubren que esta vez sí, fue secuestrada. La abuela María, desesperada, le pide a Jacinto que fuera por ella. El hombre, le dice con sensatez, que habría que llamar a la policía. La abuela y el mucamo se niegan rotundamente. Jacinto se preocupa porque cree que podrían matar a la niña o que el secuestro tiene que ver con la venta de niños. María le asegura que no, eso no, que en verdad se trata de la exterminación de ángeles. Jacinto piensa entonces que la anciana esta loca, igual que el mucamo de la casa.



Hasta aquí, todo lo que le pasó a Jacinto Desanzo no deja de ser asombroso por cómo fueron sucediendo los acontecimientos. Niños que supuestamente mataron a sus padres, viviendo en una villa allá lejos y dominando a todos sus pobladores. Poderes para convertir a las personas en lo que ellos quieren: sapos, cerditas y quién sabe en que otra cosa... ¡En un burro también! Una maestra con espíritu de asesina. Una niña que extraña a su familia y la regresan con su abuela porque todavía no esta preparada vaya a saber para qué. Un insistente secuestro del que no hay que avisar a la policía ni tampoco esperar un rescate. Y la chochera de una abuela que habla de ángeles y de su exterminio.
"Mejor mañana me voy a vender mis seguros porque aquí estoy perdiendo plata", pensó Jacinto antes de cerrar los ojos para intentar dormir después de un largo día.

Se levantó temprano, con la idea de irse lo más lejos posible de esta historia que él no había elegido vivir, pero no sin antes tomar el desayuno con esos riquísimos scones que preparaba deliciosamente la abuela de Merlina, a pesar de que uno de ellos había querido alojarse en su garganta el día de su llegada.
—¿Está seguro, Jacinto, de que nos va a abandonar justo en este momento?
—Perdóneme doña María, pero todo esto que pasó no tiene que ver conmigo... ¿Sabe qué pasa?... Yo sólo soy un vendedor de seguros y no quiero hacerme cargo de una niña...
—¡Pero tenemos que recuperarla! —suplicó la abuela María.
—Está bien, pero yo qué voy a hacer, llamen a la policía por favor y...
El timbre de la puerta los interrumpió.
—¡No, otra vez! ¿Y ahora qué? ¡Ya sé, vienen a pedir el rescate!
El mucamo se dirigió a atender el llamado, lo que provocó en Jacinto un momento de temor por lo que pudiera pasar.
El sirviente volvió y anunció:
—Señora, la persona que esperaba acaba de llegar...
Detrás de él, entró al salón comedor una bellísima joven de aspecto aniñado, cabellos rubios ondulados y unos ojos azules como el mar caribe; así por lo menos lo comparó Jacinto en su pensamiento, recordando aquellas vacaciones que una vez pasó en Cancún... Solo.
—Jacinto, le presento a Ángela, ella ha venido desde muy lejos para ayudarnos —dijo María.
—¡Buenísimo! —exclamó el hombre entusiasmado y olvidándose de que hasta un minuto antes se quería ir de allí para siempre.

Mientras desayunaban Jacinto no le quitaba los ojos de encima a la bella Ángela. Para él era lo más hermoso que había visto en su vida. Ni un scon probó por su embobamiento con la joven.
‘’Es un ángel —pensaba—. ¡Y se llama Ángela...! Mejor puesto el nombre, imposible."
Ángela levantó su vista y lo miró profundamente a los ojos; el pobre creyó por un momento que iba a desmayarse.
—Durante siglos —comenzó diciendo la joven— los niños como Merlina nos han necesitado. Ese es nuestro trabajo en este mundo, proteger a los niños y a veces, a los que no lo son, por eso es muy importante encontrarla antes de que la exterminen, porque ella está en este mundo para algún día cuidar a niños como ella.
Jacinto la miraba embobado, pero pensando a la vez que la joven estaba tan loca como la abuela María y eso era un verdadero desperdicio.
—Jacinto, usted y yo tenemos que ir a La Villa Ilusa hoy mismo —le dijo la joven de ojos como el mar, en tono suplicante.
—¿Quéééé? ¡Ni loco voy otra vez a ese lugar! —gritó con rabia y, a la vez, metiéndose en la boca un scon que, de un manotazo, tomó del plato que tenía frente a él.
Esta vez la que gritó fue la abuela María.
—¡O se va con Ángela a la Villa o lo convierto en gallina!
Un tremendo golpe en la espalda que le propinó el mucamo, fue suficiente para sacarle a Jacinto de la garganta el scon atragantado.

El viejo Ford de Jacinto Desanzo otra vez va camino a la Villa Ilusa, pero ahora el hombre sabe que lo que va a vivir será, seguramente, una nueva pesadilla. Aunque la compañía de la hermosa Ángela le daba una satisfacción absoluta, hasta hacerle pensar que esa Villa se convertiría en un verdadero paraíso.
—Ángela, si tenemos que buscar a Merlina, ¿por qué vamos a la Villa? Acaso crees que ella puede estar allí...
—Estoy segura de que la llevaron hasta allá...
—¡Ajá! Entonces esos chicos asesinos son los verdaderos secuestradores, yo sabía que... —Jacinto sintió que esa rabia por los niños magos de la Villa no era en vano. Para él se habían convertido en seres siniestros.
—No Jacinto... —intentaba explicarle Ángela.
—¡Sííííí! Cuando lleguemos les vamos a hacer tragar el polvo a esos malditos hijos de perra... ¡Uy! Perdón Ángela, a esos pequeños malditos quise decir, nada más...
—Yo sé lo que quiso decir Jacinto y está muy equivocado, déjeme explicarle por favor...
Era tan dulce el tono de voz de Ángela, que Jacinto decidió escuchar atentamente a la bella joven de la que ya se había enamorando.

—Los niños de la Villa no son los secuestradores, ellos son las víctimas de los que quieren eliminar a los que serán pronto ángeles de la guarda como Merlina, David y cualquiera de los otros niños que usted conoció allá...
—Dios mio ¿Cómo llegué a esto?...
—No me interrumpa por favor. Esto no pasa sólo en ese lugar sino también en todo el mundo, porque en todas partes hay Villas Ilusas con niños como ellos, niños que en realidad son ángeles pero que fueron arrebatados a sus familias antes de que pudieran realizarse como tales.
—Entonces, los asesinatos de sus padres fueron cometidos por estos... Estos secuestradores como vos decís... —reflexionó Jacinto con cierta desconfianza.
—Así es, pero estos..., secuestradores, en realidad son seres oscuros, que lo que pretenden es dejar sin protección divina a todas las personas de este mundo...
—Yo me bajo en la próxima Ángela, ¿qué querés que te diga?
—¡Solo créame!
—¡Pero cómo voy a creer semejante cosa! ¡En mi vida escuché tanta estupidez!
—¡Jacinto! No me ofenda por favor...
—Perdón..., lo siento, no quise ser... Pero..., a ver Ángela, si son ángeles, ¿por qué son niños de carne y hueso y tienen padres? Explicame eso...
—Porque ellos eligieron ser humanos antes de venir a este mundo —dijo la joven con mucha seguridad.

Jacinto sintió que estaba escuchando cosas demasiado difíciles de creer. De todos modos, él, a su manera, siempre creyó en los ángeles por el solo hecho de haber visto, de pequeño, un duende. Eso era lo poco que recordaba de su niñez, pero fue suficiente para creer en hadas, gnomos y ángeles y por eso estaba dispuesto a seguir escuchando a la joven.
—Mirá Ángela, yo creo en los Ángeles, en serio, pero convengamos que lo que me estás diciendo no es algo coherente, sé que estos chicos hacen cosas que yo no vi hacer antes, pero pueden ser ilusionistas o algo así, que sé yo... Además, si fueron secuestrados cuando mataron a sus padres, ¿por qué están libres en la Villa y son los que dominan el lugar?...
—Porque nosotros Jacinto, por suerte, llegamos a tiempo para no permitir que los dominen y eliminen, luego los llevamos a las distintas Villas Ilusas de cualquier parte del mundo. Ellos después de todo son niños y necesitan aprender, alimentarse y estar sanos mientras se preparan para volver a ser ángeles de la guarda, porque es lo que quieren ser ahora. Y eso de que son los dueños de la Villa no es así, si usted no fuera importante para ellos, lo hubieran dejado en paz...
—¡Ah! ¿Y tanto les importo? ¡No me digas Ángela...!
—¿Acaso no se fue con Merlina para cuidarla? Usted no llegó a la Villa Ilusa de casualidad... Todos tenemos una misión en esta vida...
Para Jacinto, pensar que su misión en la tierra era la de cuidar de Merlina, suponía horas de sacar conclusiones inútiles que terminarían, seguramente, en nada, entonces prefirió saber otras cosas.
—Pero, ¿qué pasa con los que quieren seguir siendo humanos?
—Nada, nadie jamás los molesta por el solo hecho de ser mortales, es más, ellos necesitan de un ángel de la guarda para que los proteja como a cualquiera ¿me entiende Jacinto? Ahora, ¿cuénteme del gnomo que vio una vez?
—No, no era un gnomo, era un duende... Pero, ¿cómo sabés eso, Ángela?
—¿No lo mencionó, acaso?
—¿Yo? ¿Cuándo? ¡Jamás lo hice! Es más nunca lo cuento. ¿Quién me lo va a creer? Claro, para Jacinto es mucho más probable que le crean sobre ovnis y aparecidos, que algo que solo ven los niños.
—Yo le creo, por supuesto...

Miró a Ángela con cierta desconfianza porque se le ocurrió que ella trataba de desviar la conversación, pero no estaba mal contar algo que realmente le había sucedido cuando niño. Se acomodó en su asiento sin dejar de mirar el camino que tenía por delante, se aferró al volante y comenzó:
—Resulta que cuando yo tenía unos seis o siete años, estaba durmiendo en mi cuarto y un casi imperceptible ruidito me despertó. Abrí los ojos y a un par de metros..., vi a un pequeño ser ¡muy luminoso! que me miraba con una bondad que jamás pude volver a ver en ninguna persona —miró a Ángela como disculpándose—. Bueno, desde que vos me miraste por primera vez...
—Gracias Jacinto es usted muy dulce y gentil. —Lo miró con infinita ternura—. ¿Y cómo era ese ser luminoso?
Por un momento, nuestro hombre tuvo que recomponerse del estremecimiento que le producían los ojos de Ángela y siguió con el relato:
—Esteee... Era todo blanco, con una túnica blanca hasta el piso y con una larga barba también blanca... ¡Ah! y con un bonete blanco como el de las hadas, como los dibujos de las hadas...
—Y usted que hizo. ¿Se asustó?
—¡Mucho! Recuerdo que llamé a mi mamá muerto de miedo. Pero, hoy pienso que fue una lástima, porque el pequeño duende se escondió detrás de una silla y su luz se apagó... Nunca más lo volví a ver...
—¿Lo extraña acaso?
—Bueno, no es que lo extrañe pero, qué sé yo, fue tan real que hoy no me asustaría de ver un ser tan bello y con esa mirada tan pura...
—No pierda las esperanzas Jacinto, todos podemos ver aquello que deseamos. Los niños ven cosas que los adultos no pueden justamente por eso, porque son puros de pensamiento como esos seres que están alrededor nuestro, son seres elementales, existen aunque para nosotros pertenezcan a un mundo invisible. Los mayores no los vemos porque desconfiamos hasta de nosotros mismos...
—¡Yo vi un OVNI que...! —Se regocijó Jacinto, que pensó: "A mi juego me llamaron".
Ángela no lo dejó terminar.
—No lo cuente más Jacinto, y sí cuente lo del duende, le aseguro que le dará una luz de esperanza a todo el mundo...


No hay comentarios:

Publicar un comentario