Resumen del capítulo anterior: Después de pasar la noche en la hostería y restaurante de Villa Ilusa, Jacinto Desanzo se apresta a seguir su viaje. Mientras se prepara, nota que una niña pequeña lo observa desde la ventana del primer piso de su cuarto. Se asusta al verla suspendida en el aire y, comienza a preocuparse y preguntarse por las cosas raras que pasan en ese lugar. Jacinto, luego, se dirige a su auto para irse lo más pronto posible de allí, pero, no logra arrancar el vehículo. Por arte de magia, un niño, le arregla el auto colocando su manito encima del motor. Jacinto se aleja por fin de ese lugar, pero se pierde en el bosque de pinos. Descubre, entonces, que varios niños lo han seguido para obligarlo a volver a Villa Ilusa.
Sentado en la cama de su cuarto, Jacinto sentía que era un hombre secuestrado; pensaba en mil maneras de escapar. Intentó usar su teléfono celular, aunque inútilmente: no había señal. Se propuso entonces hablar con alguna persona mayor de la villa que resultara confiable, para que le explicara lo que realmente estaba pasando en ese lugar tan raro. Se daba cuenta de que las dos anécdotas que siempre contaba: la de la mujer luminosa que le hizo señas en la ruta para que se detuviera y, el OVNI que lo persiguió un miércoles, no eran nada comparadas con esto. Eso lo alegró, tener tres para contar aumentaría seguramente su popularidad.
Dejó su cuarto, cruzó todo el restaurante ante la indiferencia de los presentes y salió a la calle. El sol brillaba, muy poca gente caminaba por la villa y todos parecían ocupados. No se veía a ningún niño. Jacinto caminó observando todo con detenimiento y preguntándose de qué diablos vivían los pobladores en ese lugar, si no había ninguna tienda o fábrica o lo que pareciera ser una fuente de ingresos. Las pocas casitas eran coquetas, con plantas y flores en sus jardines bien cuidados. Algunas mujeres estaban atareadas regando esas flores; un hombre pintaba la pared de una casita y otro arreglaba una cerca. Hasta que llegó a una de esas casas de la que oyó una voz de mujer dando una clase de matemáticas. Miró por la ventana y vio a todos los niños sentados a sus pupitres escuchando a la que parecía ser la maestra. Ella aparentaba tener unos veinticinco o treinta años aproximadamente, bastante bonita pero un poco demacrada, lo que hacía difícil saber exactamente su edad. La mujer lo descubrió y le suplicó con los ojos que se alejara del lugar. -‘’Ya está, ella me va a decir qué pasa en este pueblo maldito’’- pensó complacido alejándose de ahí, pero quedándose a una distancia considerable, esperando a que la clase terminara.
Todos los niños salieron tomando en distintas direcciones; una de las niñas de unos tres años pasó por delante de él mirándolo todo el tiempo; era rubiecita, de ojos claros, muy dulce su mirada y a Jacinto le pareció que la conocía. -‘’La nenita, sí, la nenita de la ventana, es ella’’- pensó mientras la observaba alejarse. -‘’Pero, ¿de dónde la conozco? Además ahora que lo pienso el pibe que puso la mano encima del carburador se parece a...’’
La salida de la maestra interrumpió el pensamiento del hombre, que rápidamente corrió a su encuentro.
-Señorita, por favor quisiera hablar con usted un momento...
-Señor, es que nos están vigilando- dijo nerviosa, la maestra.
-¿Vigilando?- se sorprendió Jacinto mirando para todos lados y, descubriendo a varios de los niños que, desde distintos lugares de la villa, parecían estudiar sus movimientos.
La maestra, alejándose, le dijo:
-Esta noche muy tarde lo espero en la escuela, y no se preocupe por ellos, tienen que dormir...
Volvió a la hostería y restaurante satisfecho, porque ahora sí iba a poder hablar con alguien que le quitara todas sus dudas.
Una sombra cruzó la calle desierta en esa noche de luna en dirección a la escuela de la villa. Jacinto golpeó la puerta un par de veces con mucho cuidado y ésta se entreabrió apenas. La maestra se asomó. Ahora sí, estaba a solas con una persona mayor para enterarse de quienes eran estos niños misteriosos y del por qué de la sumisión de los pobladores de la villa.
-¿Qué pasa aquí señorita...?- arrancó sin perder tiempo.
-Julia, me llamo Julia, y estoy en la Villa Ilusa desde hace casi dos años...
-¿Entonces usted no es de aquí?
-Nadie es de aquí- siguió Julia -ni siquiera los niños, o, digamos que ellos son los que dominan el pueblo...
-¡Pero si son chicos! Chicos raros y qué se yo, pero...
Julia lo interrumpió.
-Yo quiero irme de acá y sé que usted también, por eso me tiene que ayudar a escapar...
-¿A escapar? Pero entonces somos prisioneros... ¡De unos niños! No entiendo nada... Hagámoslo ahora que están durmiendo, que vamos a esperar...
Jacinto Desanzo no comprendía por qué nadie aprovechaba el momento en que los niños dormían para huir de la villa. Entonces Julia, le explicó, que nadie lo había logrado porque en cuanto se alejaban, se perdían en el bosque de pinos. A algunos, los niños los encontraban vivos después de varios días y los traían de vuelta a la villa, pero otros morían de hambre y sed en el intento. Esto para Jacinto ya era demasiado, le temblaban las piernas.
-Pero Julia, ¿de dónde salieron estos chicos? Le juro que a una de las niñas, una rubiecita de unos tres o cuatro años, estoy seguro de que la conozco de algún lado, no sé...
-Ella llegó hace unos cinco meses más o menos, es la más nueva...
-¿Sola? ¿Llegó sola? ¡Pero es muy pequeña!- se sorprendió -No puede ser que...- De pronto se acordó -¡Ya sé quién es esa nena! Salió en todos los diarios y en la tele hace como… ¡Cinco meses! ¡Sííí!, me acuerdo, desapareció de su casa la noche que asesinaron a sus padres allá en Buenos Aires, todo fue muy confuso, si hasta se pensó en un secuestro...
-Exacto- dijo Julia -igual que los otros, siempre desaparecieron y sus familias fueron asesinadas...
-¡Claro! El chico que me arregló el auto… También su cara apareció en todos lados- casi gritó Jacinto y, siguió susurrando como si fuera a contar un secreto: Su padre era un mago bastante famoso, que se llamaba... Se llamaba, bueno no me acuerdo pero lo mataron ahorcándolo con uno de esos pañuelos de colores que usan para sus trucos, y a su hijo nunca pudieron encontrarlo...
-Y así todos; todos llegaron de la misma manera- le aseguró Julia.
-Pero ¿usted piensa que mataron a sus padres? Eso es terrible Julia, no puede ser, son niños, imagínese a esa chiquita rubia asesinando, no, no puede ser…
Jacinto caminaba de un lado a otro de la sala de la escuela, pensando y realmente confundido, la situación era bastante siniestra e incomprensible.
-Lo que no entiendo es lo de la magia, los poderes que tienen... El chico cuyo padre era mago, debe haber aprendido algunos trucos, pero los demás...
-Todos tienen un pasado de magia, por algún familiar o naturalmente...
-¡Sííí!!, ahora me acuerdo que cuando se investigó la desaparición de esa niñita rubia, se encontró un diario que escribía la madre en el que aseguraba que su hija era capaz de volar, claro que se tomó como una metáfora... Que volaba con la mente o algo así...
A Julia no parecía sorprenderle lo que él decía.
-Ella vuela, se lo aseguro, y no es la única...
-Sí, ahora ya me imagino que no es la única, pero decime... Perdón, ¿puedo tutearte, Julia?
-Por supuesto que sí, pero... ¿Usted como se... Cómo te llamás?- Una sonrisa seductora acompañó esta pregunta. A él le gustó, después de todo no le vendría mal una nueva novia.
-Jacinto, Jacinto Desanzo.- Le dio la mano ruborizándose un poco y la sintió cálida y confiable. Luego de un largo segundo de silencio siguió interrogándola: ¿Por qué están en esta villa los chicos? ¿Por qué estamos nosotros acá? ¿Sabés, Julia, algo de esto?
Julia se acomodó en la silla frente a su escritorio de la escuela, y comenzó a darle a Jacinto su explicación:
-Cada uno de los mayores que estamos aquí fuimos traídos por alguna razón. A mí por ejemplo, para darles clases, después de todo ellos tienen que aprender. Y los niños magos no sé porque están en este lugar perdido, pero debe haber una razón...
-Pero Julia, a mí, ¿para qué me quieren? Si yo solo soy un vendedor de seguros de vida...
-No se Jacinto, pero ahora será mejor que te vayas porque está amaneciendo, esta noche volvé que tenemos que planear la huída.
gracias ricardo por aportar algo de magia en nuestra lectura......en que ira esto? somos todos pobladores de una VILLA ILUSA....con pequeños que en realidad no lo son?.....
ResponderEliminarQue chuuuucho manucho!!!!
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